CONDICIONES PARA SER SALVO PARTE 2

II. LO QUE LOS PECADORES DEBEN HACER PARA SER SALVOS

 

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1. Tienes que entender lo que has de hacer. Es de máxima importancia que veas esto bien claro. Debes saber que has de volver a Dios y entender lo que significa esto. La dificultad que hay entre tú y Dios es que tú has tomado el mando por tu cuenta y te has escapado del servicio de Dios. Tú perteneces por derecho a Dios. Él te creó para sí, y por ello tiene perfecto derecho al homenaje de tu corazón y al servicio de tu vida. Pero tú, en vez de vivir de modo que satisfagas lo que Él espera de ti, te has ido por tu cuenta, has desertado el servicio de Dios, y has vivido para complacerte. Ahora tu deber es regresar y ser restaurado al lugar que te corresponde.

 

2. Tienes que volver a atrás y confesar tus pecados a Dios. Tienes que confesar que te has equivocado y que Dios está en lo correcto. Ve a Dios y confiesa la profundidad de tu culpa. Dile que mereces exactamente toda la condenación con que te amenaza.

Estas confesiones son naturalmente indispensables para poder ser perdonado. Según lo que Dios dice: "Si se humilla mi pueblo sobre el cual mi nombre es invocado y ora y busca mi rostro y se convierten de sus malos caminos, entonces Yo oiré desde los cielos y perdonaré sus pecados" (2. Crónicas 7:14). Entonces Dios puede perdonarte. Pero en tanto que niegues este punto y no admitas que Dios tiene razón, o que tú estás en el error, Él nunca va a perdonarte.

Tienes que confesar además a los hombres si has faltado a alguno. ¿No es un hecho que has faltado a alguno o quizás a muchos de tus prójimos? ¿No has calumniado a tu vecino y no has dicho cosas que no eran verdad? ¿No puedes recordar casos en que les has mentido o has encubierto o tergiversado la verdad; no has procurado que los otros tuvieran de ti una falsa impresión por medio de tu conducta? Si es así, debes renunciar a toda esta iniquidad, porque "El que encubre su pecado, no prosperará; pero el que lo confiesa y abandona, encontrará misericordia". Y además, debes confesar no sólo tus pecados a Dios y a los hombres según lo que hayas faltado, sino que también tienes que hacer restitución. No puedes tomar la posición de penitente delante de Dios y de los hombres hasta que hayas hecho esto también. Dios no puede considerarte un penitente hasta que lo hayas hecho. No digo que Dios no puede perdonarte hasta que hayas puesto por obra el propósito de restitución y el acto externo esté terminado, pues a veces requiere tiempo y en algunos casos es en realidad imposible. Pero el propósito ha de ser sincero y concienzudo antes de que Dios pueda perdonarte.

 

3. Has de renunciar a ti mismo. En esto se incluye:

(1) Has de renunciar a tu propia justicia, descartando para siempre la idea de que haya motivo para justificación en ti mismo.

(2) Que renuncies a la idea de haber hecho nada bueno que puede ser de encomio para ti delante de Dios, o que pueda ser considerado un elemento en tu justificación.

(3) Que renuncies a tu propia voluntad, y estés siempre dispuesto a decir, no sólo de palabra, sino también de corazón: "Sea hecha tu voluntad, no sólo en la tierra sino también en el cielo." Has de consentir de buen agrado en que la voluntad de Dios sea tu ley suprema.

(4) Que renuncies a seguir tu propio camino y le dejes a Dios que te muestre su camino para ti en todo. No te inquietes o te desazones por nada en absoluto; pues el control de Dios se extiende a todos los sucesos, por lo que has de reconocer su mano en todas las cosas; y naturalmente, el inquietarte por algo es, en un sentido, al hacerlo contra Dios, que por lo menos ha permitido que aquella cosa haya sucedido. Por ello, si te inquietas, no haces bien. Tienes que estar delante de Dios como un niño, sumiso y confiado a sus pies. En buen tiempo, o en mal tiempo has de consentir que Dios te guíe en el camino. Esta actitud es necesaria para la salvación.

 

4. Has de acudir a Cristo. Has de aceptarle como tu Salvador de modo pleno y total. Has de renunciar a toda idea de depender de algo que hayas hecho tú y aceptar a Cristo como tu sacrificio expiatorio, como tu perpetuo Mediador delante de Dios. Sin la menor vacilación o atenuante o reserva tienes que colocarte bajo la protección de tu Salvador.

 

5. Tienes que procurar agradar a Cristo y no a ti mismo. Es naturalmente imposible ser salvo sin esta actitud mental. Cristo tiene que satisfacerte de tal modo que tu mayor placer ha de ser el hacer su voluntad. Es imposible que seas feliz en otro estado mental, porque su gozo es infinitamente bueno y recto. Por tanto, su gozo pasa a ser tu gozo, y tu voluntad está en armonía con la suya, por lo que tú serás feliz con lo que a Él le agrada. Este ser feliz de modo supremo en la voluntad de Dios es esencialmente la idea de la salvación.

Siempre me ha parecido que muchos que siguen la religión están lamentablemente equivocados en este punto. Su sentimiento mal del servicio de Cristo les parece un yugo intolerable. Se esfuerzan por ello en echar parte de la carga. Se dicen que Cristo no requiere mucha abnegación, no requiere que se desvíen mucho de su curso de mundanalidad y pecado. De ser así no sería muy difícil vivir bajo el yugo de Cristo, rebajando los estándares del deber cristiano casi al nivel de las modas y costumbres del mundo.

Para éstos, el tomar el yugo de Cristo pasa a ser realmente una carga. El hacerlo con este estado mental es realmente un suplicio. El tener que ser arrastrado constantemente a hacer algo que se aborrece, sólo por asegurarse que uno se escapa del infierno, es un estado mental en que no es posible tener la certeza de haber sido salvo, y lo más probable es que esta persona no lo sea. Para ser salvo es necesario que el mayor placer sea el hacer la voluntad de Dios. Esto sólo es capaz de rellenar la copa del gozo hasta rebosar.

 

6.Tienes que tener toda tu confianza en Cristo o no es posible ser salvo. Has de creer de modo absoluto en Él, creer todas sus promesas. Nos fueron dadas para que las creyéramos, y si no lo hacemos no nos harán ningún bien. En vez de ayudarnos en el ejercicio de la fe, lo que van a hacer es agravar nuestra culpa. Dios quiere que pongamos fe en ellas. Las dio, estas "sobre maneras grandes y preciosas promesas, para que por la fe en ellas, podamos escapar de la corrupción que hay en este mundo por la concupiscencia." Pero hay millares de personas que se tienen por religiosas que no usan estas promesas y, por tanto, para ellos es como si estuvieran escritas sobre la arena.

Los pecadores irán al infierno en masa, a menos que crean en Dios y echen mano de Él por la fe en su promesa. La ira de Dios está sobre ellos. Como dice en Job 22:21: "Reconcíliate ahora con Él y tendrás paz y por ello te vendrá bien." ¿Cómo se hace esto? Por la fe. Sí, por la fe, crees en sus palabras y echas mano de Él; sostenido en su brazo no tienes que temerle al infierno, como si no existiera.

Pero dices: "Creo, y con todo no soy salvo." No, no crees. Una mujer me dijo: "Creo, pero sé que todavía estoy en mis pecados." "No --le contestó-- no cree. ¿Tiene la misma confianza en Dios que tendría en mí si le prometiera un dólar? ¿Ora usted a Dios? Si lo hace, ¿va a Él con la misma fe que vendría a mí para buscar su dólar? Pues hasta que tenga en Dios tanta confianza como tendría en mí, y diez mil veces más, su fe no honra a Dios, y no puede esperar agradarle. Tiene que decir: Sea Dios verdadero y todo hombre mentiroso."

Pero dices: "Oh, yo soy un pecador y ¿cómo puedo creer?" Ya lo sé que eres un pecador, y lo son todos los hombres, a los cuales Dios ha dado estas promesas. "¡Pero yo soy un gran pecador!" Bueno, "Palabra fiel y digna de ser recibida por todos, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero", dice Pablo. De modo que no hay motivo para desesperarse.

 

7. Tienes que abandonar todo lo que tienes si quieres ser un discípulo de Cristo. Tienes que ejercer una abnegación total y completa.

No quiero decir con esto que tengas que abstenerte de los usos corrientes de tu vida; comer, beber, gozar de tus amigos; lo que quiero decir es que debes cesar de todo goce con carácter egoísta. Ya no eres tuyo, tu tiempo, tus posesiones. Todas estas cosas son de Dios que te permite usarlas. Tienes que abandonar todo lo que tienes en el sentido de ponerlo ante el altar de Dios y dedicarlo de modo supremo a su servicio. Cuando acudas a Dios para recibir el perdón y la salvación, ven con todo lo que tienes para ponerlo a sus pies. Ven con tu cuerpo para ofrecerlo como un vivo sacrificio en el altar. Ven con tu alma y todas sus potencias y conságralas voluntariamente a tu Dios y Salvador, sin la menor reserva. No olvides nada, no intentes quedarte con algo, no quieras retener nada para ti. Dios tiene derecho a todo. Siempre ha sido todo suyo. A partir de ahora estás a disposición suya.

En este espíritu has de renunciar al mundo, a la carne y al demonio. Tu comunión será ahora con Cristo y no con estas cosas. Vivirás por Cristo.

 

8. Tienes que creer el testimonio que Dios ha dado de su Hijo. El que no cree el testimonio, no recibe el sello de pertenecer a Dios. "Éste es el testimonio que Dios nos ha dado, la vida eterna, y esta vida está en su Hijo." La condición para tenerla es que creas en el testimonio. Si te niegas a creer que alguien, en lejanas tierras, te ha legado una gran suma en su testamento no puedes dar un paso para recibir este dinero, por más que el hecho sea verdad. Esto es precisamente lo que hace el pecador que no cree. Dios te ha dado vida eterna, pero para recibirla has de creer.

No digas que necesitas sentimientos para poder creer. Si el pobre dice que no cree porque no tiene ni un céntimo del legado, hace como el que espera el sentimiento para creer en la salvación que Dios le ofrece.

Es necesario que el pecador entienda esto bien. ¿Por qué tienes que perderte cuando tu vida eterna ha sido comprada y se te ofrece por el testamento y última voluntad del Señor Jesucristo? ¿Por qué no crees en el testimonio y tendrás la cuenta corriente abierta en el banco del que podrás cobrar cheques de sentimiento inmediatamente. Hazlo y no te pierdas el cielo por una locura así.

Concluyo diciendo que si quieres ser salvo has de aceptar una salvación ya preparada, llena y presente. Tienes que renunciar a tus pecados, todos ellos, ¡y ser salvo desde ahora y para siempre! Hasta que consientas en ello no puedes ser salvo. Muchos estarían dispuestos a ser salvos en el cielo si pudieran retener algunos de sus pecados aquí en la tierra, es decir, creen que les gustaría el cielo en estos términos. El hecho es que para sentirse bien en el cielo hay que tener el corazón puro y desear vivir su vida ya en la tierra. No puede haber cielo a menos que se acepte la salvación de todos los pecados ya en este mundo. Cualquier otro Evangelio es falso. Para aceptar a Cristo hay que hacerlo en sus términos y condiciones. Y la condición primera y decisiva es renunciar al pecado ahora y para siempre.

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Comentarios: 1
  • #1

    Muhd (martes, 17 julio 2012 00:16)

    Thank you for data

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